domingo, 20 de julio de 2014

Marco teórico


4) MARCO TEORICO

4.1 ANTECEDENTES
La relación entre enfermedad mental y violencia es compleja y sobre todo polémica. A pesar de las dificultades y prejuicios no debería obviarse su estudio ya que sus consecuencias afectan a la salud y bienestar de las personas que sufren una enfermedad mental y de su entorno.
La salud mental es un fenómeno complejo determinado por múltiples factores sociales, ambientales, biológicos y psicológicos, e incluye padecimientos como la depresión, la ansiedad, la epilepsia, las demencias, la esquizofrenia, y los trastornos del desarrollo en la infancia, algunos de los cuales se han agravado en los últimos tiempos.
La criminología ha prestado atención a las víctimas centrándose en aquellos fac­tores que las pueden hacer propensas a ser victimizadas, como pueden ser la comi­sión de conductas de riesgo (abuso de alcohol o drogas, por ejemplo) o el contacto con entornos peligrosos (emparejamientos con toxicómanos, estancias en barrios marginales, etc.). Por ello, algunos modelos teóricos provenientes de la criminología han sido utilizados para explicar la relación entre padecer un trastorno mental y la victimización violenta.

4.2 BASES TEORICAS
Se plantea que las actitudes están integradas por tres componentes, uno cognitivo, uno afectivo y uno conativo, que corresponden a las creencias, actitudes e intenciones conductuales, respectivamente. Bajo este marco se propone la existencia de una cadena causal en la que el comportamiento está determinado por las intenciones de desarrollar una conducta específica; éstas dependen de las actitudes, y, a su vez, son función de las creencias sobresalientes. La premisa básica es que se tienen ciertas creencias acerca de la enfermedad mental, que determinan las actitudes, o sea, la predisposición a reaccionar en determinada forma y desarrollar conductas específicas al respecto.
4.3 VARIABLES DE INVESTIGACION
La presente investigación se enfoca de manera particular en los factores psicosociales (variables personales, familiares y sociales), definiéndolos como todos aquellos aspectos que interactúan entre sí y que determinan en gran medida el comportamiento del individuo y su adaptación al medio y que dificultan o facilitan el manejo de las condiciones biológicas de base. Estos factores, son de importancia vital para la calidad de vida de las personas con diagnóstico dual y, por tanto, su descripción puede contribuir efectivamente al diseño de programas de intervención que atiendan a las necesidades de este colectivo.
4.4 FORMULACION DE HIPOTESIS
Este trabajo se pretende realizar un análisis de los fenómenos de violencia social problemática que se ha divulgado a partir de ciertos casos ocurridos en los distintos Países. Este tipo de hechos es afortunadamente muy minoritario en su frecuencia, pero causan un gran impacto no sólo a las víctimas sobrevivientes sino a nivel más colectivo, en forma de co-victimización a través de la prensa y la televisión, aunque un hecho de ese tipo ocurra a miles de millas del lector o televidente.

4.5 DEFINICION DE PALABRAS CLAVES
EXIMIR: Librar, desembarazar a alguien de cargas, obligaciones, culpas, etc.
ESGRIMIR: Manejar la espada, el sable y otras armas blancas defendiéndose de los golpes del contrario y atacándolo:
CONVERGER: Dirigirse varias cosas a un mismo punto y juntarse en él:
PARANOIA: Conjunto de perturbaciones mentales que provocan un estado de delirio y que se caracterizan por ideas o ilusiones fijas, sistematizadas y lógicas
OPIACEOS: Que calma, como el opio
OPIO: Sustancia desecada que se extrae de la adormidera verde y que se emplea como narcótico:

COMORBILIDAD: Termino MEDICO: presencia de uno o más trastornos y  efecto de estos trastornos o enfermedades adicionales.

monografia avances

violencia y transtornos mentales


Factores de riesgo de victimización

 

Las personas con un TM pueden padecer alteraciones en el análisis de la reali­dad, tener procesos cognitivos desorganizados, mostrar impulsividad o contar con una capacidad de resolución de problemas pobre. Todo ello afecta a su habilidad para percibir las situaciones de riesgo y protegerse adecuadamente, facilitando la adopción de comportamientos relacionados con la victimización, como es el consumo de drogas, el establecimiento de relaciones conflictivas o el vagabundeo. El déficit emocional y cognitivos, como la interpretación hostil de las intenciones de los demás, están asociados con un mayor riesgo de victimización

 

Victimización previa (infancia y edad adulta)

 

Muchas victimizaciones ocurren en la infancia. Sin embargo, el trastorno mental ha sido analizado mayoritariamente como consecuencia de una victimización en la niñez y no como un factor de riesgo. Haber sufrido abuso físico o sexual en la infancia está fuertemente asociado a la victimización adulta, lo cual indica que, en personas vulnerables, las victimizaciones se repiten a lo largo de su vida

 

Conductas asociadas con algunos cuadros clínicos, como la impulsividad en la hiperactividad (trastorno por déficit de atención con hiperactividad, TDAH), el embotamiento afectivo y la evitación en el trastorno de estrés postraumático o la apatía y dificultad de concentración en la depresión, hacen al niño más susceptible a la victimización. Los niños con un TM presentan cifras significativamente mayores de victimización y, a su vez, el diagnós­tico está asociado con un riesgo mayor de polivictimización. Este grupo de niños polivictimizados son los que mayor probabilidad tienen de presentar diagnósticos psiquiátricos y, por ello, es de especial importancia su iden­tificación por clínicos y otro personal de atención.

 

Además, se produce una relación circular entre la victimización y la conducta violenta, como ocurre con la exposición directa a la violencia en niños y adolescentes. En concreto, la victimización está asociada significativamente con comportarse de forma violenta y, a su vez, la implicación en conductas violentas es un buen predictor de victimiza­ción futura

 


Consumo de alcohol/drogas

 

El consumo de alcohol/drogas en pacientes con un TM incrementa el riesgo tanto de conducta violenta como de victimización (Maniglio, 2009; Miller, 2008). Individuos pobres, solteros, con una historia familiar de conducta antisocial y de consumo de drogas corren un mayor riesgo de ser víctimas de violencia (Vaughn et al., 2010). Sin embargo, el aumento del riesgo producido por la combinación de TM y abuso de drogas parece explicarse por la mayor implicación de estas personas en situaciones de conflicto interpersonal (Silver, 2002).

El tipo de droga influye (Vaughn et al., 2010). En concreto, el abuso de cocaína, con las conductas impulsivas y de ideación paranoide que frecuentemente genera, aumenta cuatro veces el riesgo de victimización respecto a los no consumidores, y los opiáceos lo incrementan al doble. En personas que abusan del alcohol las conductas de desinhibición y la percepción errónea de la realidad los convierten en vulnerables a agresiones de toda índole, incluidas las sexuales. Además, se puede establecer un círculo vicioso. Cuando el consumo abusivo era un patrón de con­ducta preexistente, las víctimas incrementarán el uso de drogas tras la victimización como un medio para afrontar su estrés

 

 

Exclusión social

 

Las mujeres sin hogar con un TMG corren más riesgo de ser víctimas de violencia que los hombres en su misma situación, especialmente en lo referido a la victimi­zación física y sexual. En un estudio realizado en población sin hogar de Barcelona, los TM están presentes en un 49% de los participantes (con un 7% de ludopatía) y las toxicomanías en un 45% (Uribe y Alonso, 2009). Además, el mismo estudio indica que las mujeres presentan una frecuencia de trastornos que duplica a la de los hombres en su misma situación.La ausencia de hogar está fuertemente asociada con el riesgo de victimización, pero no siempre queda claro si la situación precede o es consecuencia de la victi­mización (Goodman et al., 2001). Así, la indigencia podría ser reflejo de la disfun­cionalidad de la persona y aumentar por ello su exposición a situaciones de riesgo, pero también podría ser consecuencia de una victimización, por ejemplo en el caso de rupturas de pareja con violencia previa, sobre todo en una clase social baja, que llevan a uno de los miembros a vivir en la calle.


El aislamiento social y familiar que acompaña a los indigentes es uno de los principales factores de riesgo de victimización. Estas personas disponen de una red social pobre y se exponen a más riesgos relacionados con el entorno en el que viven (Snowden y Lurigio, 2007). Se trata de personas que no pueden recurrir a familiares o amigos para solicitar ayuda y a las que su situación les conduce al consumo de drogas para evadirse. Al mismo tiempo, al carecer las víctimas de un apoyo social, los agresores cuentan con una alta probabilidad de que su delito quede impune, lo que les lleva a seleccionar específicamente a este tipo de víctimas.

 

 

Tipos de trastornos, gravedad y comorbilidad

 

No existe acuerdo respecto a los diagnósticos concretos que suponen un mayor riesgo de victimización. Las investigaciones tampoco profundizan en la prevalencia de diferentes tipos de violencia en función de los dis­tintos trastornos, por lo que se desconoce aún la forma en que determinados tras­tornos suponen riesgos particulares de victimización. En la tabla 2 se presentan algunas cifras y tipos de victi­mización desglosados por trastornos.

 

La gravedad del trastorno, junto al abuso de drogas, la ausencia de un hogar estable, la comorbilidad con trastornos de personalidad o la implicación en activida­des delictivas o violentas, son factores vinculados a un mayor riesgo de victimización . Las personas con TM (p. ej., esquizofrenia) son más propensas a ser victimizadas durante las fases de sintomatología activa y grave .

 

Por otro lado, la edad del primer ingreso psiquiátrico ha sido propuesta como un factor que incrementa el riesgo, más que el diagnóstico de un trastorno concreto. Por ejemplo, la aparición de trastornos psicóticos antes de los 25 años supone un incremento de más del doble de la probabilidad de sufrir violencia física y sexual, si se compara con los casos de aparición más tardía.

 

La comorbilidad entre síndromes clínicos y trastornos de la personalidad tam­bién aumenta el riesgo. En especial, la comorbilidad con trastornos del grupo B (antisocial, límite, histriónico y narcisista) es el mejor predictor independiente de victimización violenta durante el seguimiento de pacientes psicóticos, incluso por encima del abuso de drogas .

 

Cabe señalar que la gravedad del trastorno contribuye a la victimización, pero que también se ve exacerbada por ésta. Cuanto más grave sea el síntoma y peor sea su tratamiento, mayor será el riesgo. Los pacientes empeorarán tras la victimi­zación y se deberá dedicar, por ello, especial atención a detectar estas situaciones.