Factores de riesgo de victimización
Las personas con un TM
pueden padecer alteraciones en el análisis de la realidad, tener procesos
cognitivos desorganizados, mostrar impulsividad o contar con una capacidad de
resolución de problemas pobre. Todo ello afecta a su habilidad para percibir
las situaciones de riesgo y protegerse adecuadamente, facilitando la adopción
de comportamientos relacionados con la victimización, como es el consumo de
drogas, el establecimiento de relaciones conflictivas o el vagabundeo. El
déficit emocional y cognitivos, como la interpretación hostil de las
intenciones de los demás, están asociados con un mayor riesgo de victimización
Victimización
previa (infancia y edad adulta)
Muchas victimizaciones
ocurren en la infancia. Sin embargo, el trastorno mental ha sido analizado
mayoritariamente como consecuencia de una victimización en la niñez y no como
un factor de riesgo. Haber sufrido abuso físico o sexual en la infancia está
fuertemente asociado a la victimización adulta, lo cual indica que, en personas
vulnerables, las victimizaciones se repiten a lo largo de su vida
Conductas asociadas con
algunos cuadros clínicos, como la impulsividad en la hiperactividad (trastorno
por déficit de atención con hiperactividad, TDAH), el embotamiento afectivo y
la evitación en el trastorno de estrés postraumático o la apatía y dificultad
de concentración en la depresión, hacen al niño más susceptible a la
victimización. Los niños con un TM presentan cifras significativamente mayores
de victimización y, a su vez, el diagnóstico está asociado con un riesgo mayor
de polivictimización. Este grupo de niños polivictimizados son los que
mayor probabilidad tienen de presentar diagnósticos psiquiátricos y, por ello,
es de especial importancia su identificación por clínicos y otro personal de atención.
Además, se produce una
relación circular entre la victimización y la conducta violenta, como ocurre
con la exposición directa a la violencia en niños y adolescentes. En concreto,
la victimización está asociada significativamente con comportarse de forma
violenta y, a su vez, la implicación en conductas violentas es un buen
predictor de victimización futura
Consumo
de alcohol/drogas
El consumo de
alcohol/drogas en pacientes con un TM incrementa el riesgo tanto de conducta
violenta como de victimización (Maniglio, 2009; Miller, 2008). Individuos
pobres, solteros, con una historia familiar de conducta antisocial y de consumo
de drogas corren un mayor riesgo de ser víctimas de violencia (Vaughn et al.,
2010). Sin embargo, el aumento del riesgo producido por la combinación de TM y
abuso de drogas parece explicarse por la mayor implicación de estas personas en
situaciones de conflicto interpersonal (Silver, 2002).
El tipo de droga influye
(Vaughn et al., 2010). En concreto, el abuso de cocaína, con las
conductas impulsivas y de ideación paranoide que frecuentemente genera, aumenta
cuatro veces el riesgo de victimización respecto a los no consumidores, y los
opiáceos lo incrementan al doble. En personas que abusan del alcohol las
conductas de desinhibición y la percepción errónea de la realidad los
convierten en vulnerables a agresiones de toda índole, incluidas las sexuales.
Además, se puede establecer un círculo vicioso. Cuando el consumo abusivo era
un patrón de conducta preexistente, las víctimas incrementarán el uso de
drogas tras la victimización como un medio para afrontar su estrés
Exclusión
social
Las mujeres sin hogar con
un TMG corren más riesgo de ser víctimas de violencia que los hombres en su
misma situación, especialmente en lo referido a la victimización física y
sexual. En un estudio realizado en población sin hogar de Barcelona, los TM
están presentes en un 49% de los participantes (con un 7% de ludopatía) y las
toxicomanías en un 45% (Uribe y Alonso, 2009). Además, el mismo estudio indica
que las mujeres presentan una frecuencia de trastornos que duplica a la de los
hombres en su misma situación.La ausencia de hogar está fuertemente asociada
con el riesgo de victimización, pero no siempre queda claro si la situación
precede o es consecuencia de la victimización (Goodman et al., 2001).
Así, la indigencia podría ser reflejo de la disfuncionalidad de la persona y
aumentar por ello su exposición a situaciones de riesgo, pero también podría
ser consecuencia de una victimización, por ejemplo en el caso de rupturas de
pareja con violencia previa, sobre todo en una clase social baja, que llevan a
uno de los miembros a vivir en la calle.
El aislamiento social y
familiar que acompaña a los indigentes es uno de los principales factores de
riesgo de victimización. Estas personas disponen de una red social pobre y se
exponen a más riesgos relacionados con el entorno en el que viven (Snowden y
Lurigio, 2007). Se trata de personas que no pueden recurrir a familiares o
amigos para solicitar ayuda y a las que su situación les conduce al consumo de
drogas para evadirse. Al mismo tiempo, al carecer las víctimas de un apoyo
social, los agresores cuentan con una alta probabilidad de que su delito quede
impune, lo que les lleva a seleccionar específicamente a este tipo de víctimas.
Tipos de
trastornos, gravedad y comorbilidad
No existe acuerdo respecto
a los diagnósticos concretos que suponen un mayor riesgo de victimización. Las
investigaciones tampoco profundizan en la prevalencia de diferentes tipos de
violencia en función de los distintos trastornos, por lo que se desconoce aún
la forma en que determinados trastornos suponen riesgos particulares de
victimización. En la tabla 2 se presentan algunas cifras y tipos de victimización
desglosados por trastornos.
La gravedad del
trastorno, junto al abuso de drogas, la ausencia de un hogar estable, la
comorbilidad con trastornos de personalidad o la implicación en actividades
delictivas o violentas, son factores vinculados a un mayor riesgo de
victimización . Las personas con TM (p. ej., esquizofrenia) son más propensas a
ser victimizadas durante las fases de sintomatología activa y grave .
Por otro lado, la edad
del primer ingreso psiquiátrico ha sido propuesta como un factor que
incrementa el riesgo, más que el diagnóstico de un trastorno concreto. Por
ejemplo, la aparición de trastornos psicóticos antes de los 25 años supone un incremento
de más del doble de la probabilidad de sufrir violencia física y sexual, si se
compara con los casos de aparición más tardía.
La comorbilidad entre
síndromes clínicos y trastornos de la personalidad también aumenta el riesgo.
En especial, la comorbilidad con trastornos del grupo B (antisocial, límite,
histriónico y narcisista) es el mejor predictor independiente de victimización
violenta durante el seguimiento de pacientes psicóticos, incluso por encima del
abuso de drogas .
Cabe señalar que la gravedad del trastorno
contribuye a la victimización, pero que también se ve exacerbada por ésta.
Cuanto más grave sea el síntoma y peor sea su tratamiento, mayor será el
riesgo. Los pacientes empeorarán tras la victimización y se deberá dedicar,
por ello, especial atención a detectar estas situaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario